El libro de los espejos
Una amiga, durante la carrera de psicopedagogía me explico algo muy hermoso. En la edad media, los hijos mayores tenian que irse de casa y muy probablemente no volverían más. De lo cultivado, el señor feudal se quedaba gran parte de modo que no había suficiente alimento para la familia.
Al irse de casa, a pesar que ni madre ni hijo sabían leer o escribir, la madre acudía a un escribano y en una cuartilla escribía los consejos básicos para la vida. Podía ser desde consejos estilo primero observa y después actua, a cuando te duela la garganta toma infusón de tomillo. A lo largo de la vida ese hijo que llevaba siempre encima esa hoja de papel, al encontrar a alguien que sabía leer, le pedía que le dijese los consejos para la vida que había elegido su madre.
Mi madre, Pepita, que era una persona muy altruïsta y también muy sabia murió hace diez años. Ella era optimista, generosa, compasiva y me dejó una canción. Su libro de los espejos fue la canción de Joan Manel Serrat: Hoy puede ser un buen día.
Yo siempre he pensado en la finitud de la vida, a los cinco años recuerdo que mi padre escribía mi carta a los reyes magos y le pedía a los reyes: un bolso encarnado, la inmortalidad y la muñeca Nancy. Mi padre que cree que las cosas se arreglan por si solas con el tiempo me dijo: lo de la inmortalidad mejor lo pides el año que viene.
Los que habéis perdido referentes importantes como vuestra madre o una abuela entendereís esta página. Si tenéis la suerte de que este viva dale un abrazo, valora su acompañamiento, agradece lo que hace por tí. Es un amor incondicional que por saberlo seguro normalmente no se cuida lo suficiente.
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